Al llegar a Innsbruck, Berengar y su ejército inmediatamente crearon un campamento de asedio adecuado, que estaba bien defendido y ubicado fuera del alcance de las armas del enemigo. Sin embargo, a diferencia de los asedios que Berengar había dirigido antes, este bombardeo fue breve y no se concentró en los puntos débiles de la defensa de la ciudad. Este acto tenía como objetivo mantener la integridad de los muros, ya que había un plan mucho más siniestro en marcha, uno que le permitiría tomar la ciudad sin necesidad de derribar las murallas.
Los fusileros de Berengar continuaron disparando contra los defensores enemigos hasta que el sol se puso. Los defensores enemigos no estaban acostumbrados a ese tipo de armas y suponían que se trataba de tácticas ordinarias empleadas; por lo tanto, desconocían las verdaderas intenciones de Berengar.