La Caída de Lothar

Pasaron semanas, y mientras Berengar se aclimataba al ambiente pacífico de Kufstein después de haber estado en guerra durante tanto tiempo, el Conde Lothar y sus partidarios rebeldes eran arrastrados hacia Múnich, que había sido recientemente capturada por el Duque Wilmar, donde esperaban el regreso del Conde Otto antes de marchar hacia Landshut.

Dentro de una carroza diseñada para transportar prisioneros, Lothar se sentaba en la esquina, con la espalda apoyada contra las frías barras de hierro mientras luchaba por mantener el calor. El aire helado del invierno se colaba por los huecos entre las barras de hierro y le robaba el calor de su cuerpo.

A su lado estaban sus vasallos que lo habían apoyado en su rebelión, o al menos los pocos que sobrevivieron al desastroso sitio de Viena. El rostro de Lothar no había cambiado desde su captura; había estado frunciendo el ceño desde entonces, pensando en lo que podría haber hecho para lograr la victoria.