El día después de que Berengar llegara a Constantinopla, se levantó temprano y con energía. De inmediato notó que Honoria no estaba acostada a su lado, lo que despertó su curiosidad. Así que pasó un tiempo preparándose para su día. Por suerte para él, los Bizantinos tenían una gran casa de baños dentro de su palacio, similar en tamaño y grandeza a la suya propia.
Después de pasar algún tiempo limpiándose el sudor y la suciedad de su cuerpo que se había acumulado durante su viaje por el mar Mediterráneo, Berengar decidió dar un paseo por los jardines del palacio. Después de todo, los Bizantinos, al igual que sus ancestros Romanos, eran bastante conocidos por su singular cultura de jardines.