Mientras la guerra por Granada entraba en una nueva etapa, Berengar y su séquito se encontraban en Constantinopla. Finalmente, había llegado el día de su boda con la Princesa Honoria. Como tal, Berengar estaba montado a caballo en el patio del Palacio Imperial, donde él y Honoria recorrerían las calles con un convoy hasta llegar a la Hagia Sophia.
Una ceremonia de boda medieval era diferente a las modernas que Berengar había implementado en su Reino. Como tal, esperaba pacientemente hasta que Honoria llegara. Después de que pasaron unos minutos, la Princesa descendió de la escalera con sus damas de honor y su familia a cuestas.
Estaba vestida con un elaborado vestido de seda en púrpura Tiria con adornos dorados. Las joyas que adornaban su vestido eran de gemas verde menta, que combinaban perfectamente con sus ojos. Para esta ocasión especial, Honoria se había lavado el tinte de su cabello y actualmente estaba de vuelta en su estado natural de castaña.