A lo largo de las últimas semanas, mientras la Fuerza Expedicionaria Austríaca se reunía en la costa de Gibraltar, la guerra en Granada seguía librándose. La línea defensiva central comandada por el General Ziyad fue aplastada en las fronteras del norte de Granada, y para entonces habían sido obligados a retirarse a su Ciudad Capital.
Mientras esto sucedía, el General Arnulf y la Guardia Real Granadina habían quedado atrapados profundamente detrás de las líneas enemigas, luchando por sobrevivir mientras el Duque Lorenzo de Benavente los perseguía implacablemente por las llanuras de Andalucía. Tras el intento de asesinarlo, Lorenzo se negó a mostrar misericordia hacia Arnulf y los hombres bajo su mando.
Actualmente, la ciudad de Granada disfrutaba de sus últimos días de paz, mientras los hombres, mujeres y niños que habitaban en ella rezaban a su Deidad por su propia supervivencia. Después de todo, los Cruzados que pronto los atacarían jamás mostrarían misericordia alguna.