En la cabecera de la mesa estaba sentado Berengar; a su izquierda estaba Linde, a su derecha estaba Adela; en cuanto a sus otras dos esposas, flanqueaban ambos lados de la mesa, seguidas por Henrietta y sus padres. En el otro extremo del asiento, estaban sentados todos los niños en sillas altas, ya que eran demasiado jóvenes para sentarse en un asiento normal, excepto Hans, quien se sentaba en su propio asiento con sus pequeños pies colgando en el aire.
Durante los últimos minutos, desde que comieron el almuerzo preparado para ellos por la cocina, esta gran familia se sentó en un completo y absoluto silencio. Un silencio incómodo prevalecía ya que el único sonido que se podía escuchar era el de las personas reunidas, masticando su comida. Mientras esto sucedía, Henrietta miraba a su madre al otro lado de la mesa con una mirada amarga.