Desde que Aubry había llegado a Kufstein, habían pasado unos días. Desde entonces, Berengar había estado manteniendo su distancia. Aunque sus deberes como anfitrión eran entretener a sus invitados. Había encontrado al Príncipe Francés como una criatura totalmente repulsiva.
A pesar de su natural disgusto hacia Aubry, Berengar no podía evitar totalmente el contacto con el muchacho. Después de todo, tenía que proveer comida a sus invitados, y así se encontraba ahora sentado en la mesa junto a su familia y el Príncipe Francés.
Aubry se presentó en la mesa temprano para conseguir un lugar cerca de Berengar. Cualquiera que fuera el juego que intentaba jugar, Berengar no lo toleraba. Así, en el momento en que el Príncipe Francés se sentó en lo que normalmente era el asiento de Honoria, recibió una mirada mortal del Monarca Austriaco, lo que provocó que instintivamente buscara una ubicación más distante para sentarse.