Berengar se sentó sobre su Trono mientras golpeaba el reposabrazos; a su izquierda estaba Linde, Adela a su derecha. Los tres miraban hacia abajo desde el asiento del poder de Austria para presenciar como la Princesa Francesa inclinaba su cabeza con respeto. Con un solo vistazo a Berengar, ella pudo darse cuenta de que él no era como su propio padre. Este era un hombre que ejercía un poder absoluto con miedo y respeto.
Sin embargo, la que realmente atrajo su atención fue la muchacha pelirroja a su lado; Linde miró a Sibilla con una expresión de completo y total desprecio. Esta mirada no pasó desapercibida para la Princesa Francesa, y si ella fuera tan mentalmente débil como su hermano, también podría haber sucumbido a la presión que esta mujer exudaba. En cambio, se comportó con el respeto debido a un monarca extranjero. Sin embargo, las palabras que Berengar pronunció a continuación hicieron que la joven se enfureciera.