El Emperador Vetranis contemplaba la vista de su hijo mutilado con una expresión llena de compasión. Decentius había invocado la ira de la Corona Austriaca y, al hacerlo, pagó un alto precio por su arrogancia. Sin embargo, la verdadera identidad del perpetrador de este ataque se mantuvo desconocida para el Emperador Bizantino. En su lugar, un informe de la Inteligencia Austriaca había culpado con éxito al vecino Sultanato Mameluco por el ataque al Segundo Príncipe.
Pocas personas en este mundo conocían la verdad sobre el ataque, y uno de esos hombres no era otro que Decentius. Sin embargo, nunca se lo diría directamente a su padre que Austria lo había mutilado y matado a sus partidarios; después de todo, hacerlo sería anunciar su culpa al intentar asesinar a su hermana. Si su padre se enterara de semejante trama nefasta, podría perder más que solo su mano y su pierna.