El sol comenzó a ponerse mientras Berengar y su guardia real se encontraban en los bordes de una zona densamente arbolada dentro del reino de Frisia. Cuando el Emperador Alemán contempló el pequeño bosque, notó una densa niebla que permeaba en el aire. A medida que los caballos se acercaban al área, se asustaron, retozando como locos. Los jinetes tuvieron que hacer un esfuerzo considerable para calmar a sus corceles.
Para sorpresa de Berengar, incluso su montura Gloria, que era un valiente semental criado y adiestrado para la guerra, estaba demasiado asustado para acercarse a los bosques brumosos. Al final, Berengar y sus soldados se vieron obligados a mantener la distancia, ya que los corceles no se atrevían a acercarse. Así, el Emperador Alemán desmontó de su caballo y acampó en las llanuras fuera del misterioso enclave boscoso.