Berengar miró un informe que había sido colocado sobre el escritorio que estaba usando mientras actuaba como Regente de Al-Ándalus. El ataque al colegio de cardenales había sido un éxito, todavía no anticipó que su suicida atacara mientras el Papa estaba en la sala. Ni creía que alguien sobreviviría a la explosión.
Mientras los periódicos alemanes lo reportaban como un acto de venganza divina sobre las almas malvadas del Papado, no mencionaban a un suicida moro que había dado heroicamente su vida para enviar un mensaje al mundo católico.
En cambio, el periódico dejaba muy claro que el Papado estaba planeando asesinar al niño de tres años, Ghazi Al-Fadl. Todas las formas de evidencia recogidas por la Inteligencia Imperial apoyaban estas afirmaciones. Berengar leyó los papeles que se emitían desde la patria, con una amplia sonrisa en su rostro.