Una gran cantidad de carruajes y personas estaban parados en largas filas detrás de las grandes murallas del Reino Helado. Los comerciantes tenían rostros radiantes mientras sus ojos se posaban en el reino que ofrecía oportunidades ilimitadas. Nadie en su sano juicio podría explicar el auge agrícola que había ocurrido, pero mientras hubiera productos, habría gente para comprarlos y venderlos.
Entre los comerciantes, todavía se veía el flujo habitual de refugiados que ingresaban al reino. Cada persona era revisada minuciosamente antes de entrar, y los guardias estaban en máxima alerta.
Una niña balanceaba sus piernas alegremente mientras iba montada en la parte superior de un carruaje y miraba con ojos brillantes las murallas de la fortaleza.
El Rey Demonio Orias finalmente había llegado al reino del norte.
El carruaje en el que iba pasó por los controles sin problemas y pronto se hizo evidente la vista de una ciudad bulliciosa con gente moviéndose rápidamente.