Tú has obligado mis manos, ¡Joven!

El Anciano Gao tenía un sentimiento ominoso en su corazón que le decía que debía ignorar al discípulo de la Secta de la Flor Profunda frente a él, pero su orgullo como anciano le decía lo contrario. Después de todo, ¿qué cara le quedaría si se retirara después de las palabras provocativas de Su Yang como un gran cobarde? Y además, hay tantas personas poderosas y respetables observándolo en este momento. Sería objeto de risa si se retirara ahora.

—Eres audaz, pero como tu anciano, te daré una última oportunidad para que des la vuelta —dijo el Anciano Gao.

Su Yang no dijo nada y comenzó a girar su cuerpo.

Viéndolo girar su cuerpo, el Anciano Gao se sintió aliviado. Sin embargo, cuando Su Yang no giró completamente y en cambio caminó alrededor de él, la cara del Anciano Gao se sonrojó de ira, sintiéndose como si hubiera sido abofeteado en la cara no una sino dos veces consecutivas.

—¡Me has obligado a actuar, joven!