Con solo mirar el grosor del fajo, el anciano sabía que tenía que haber al menos 10,000 en él. Una pregunta por 10k; este joven era demasiado rico incluso si no parecía tan bien vestido.
—Soy yo quien le dio la pulsera al Viejo He. No lo molestes. Si hay algo, solo pregúntame —sonó una voz profunda en la puerta.
Un hombre de mediana edad con una cicatriz en la nuez de Adán entró. Parecía una cicatriz de bala. Aunque estaba bloqueada por su cabello, Ye Mo podía verla con su sentido espiritual. Si la bala hubiera ido un poco más hacia el lado, este hombre estaría muerto.
Tenía callos en todas sus manos. Ye Mo no sabía a qué se dedicaba, pero el hombre tenía algo de chi asesino sobre él. Era obvio que había matado y no solo una vez. Era un tipo duro.
Sin embargo, no importa cuán duro fuera, era como nubes flotantes frente a Ye Mo. Ye Mo dijo con sencillez:
—Dime de dónde viene la pulsera, y el dinero es tuyo.