—Ya que estás aquí, entra —la voz de Ren Pingchuan era tan vieja y lenta como antes.
Ye Mo sujetó con fuerza su espada voladora y escaneó cuidadosamente a Ren Pingchuan con su sentido espiritual. Si sentía que algo iba mal, saldría de inmediato. No podía colocarse dentro del rango de ataque de Ren Pingchuan. Además, Ye Mo tenía la sensación de que Ren Pingchuan parecía ser capaz de detectar su sentido espiritual. Este anciano era demasiado aterrador.
Poco después, sin embargo, se tranquilizó. No era de extrañar que Ren Pingchuan no hubiera salido corriendo; sus piernas habían sido voladas, y el área donde se suponía que debían estar estaba cubierta por tela.
Ye Mo se relajó. Sin importar lo fuerte que fuera Ren Pingchuan, no podría hacerle nada sin sus piernas, así que Ye Mo entró lentamente.