—¡Jajaja! Hm, ¿son esos prisioneros? ¿Están rindiéndose? Les advierto, si no se rinden ahora, lanzaremos ataques a gran escala, ¿saben? —Huang Yinian se rió. Luego, agitó su mano y un misil fue disparado desde el barco.
Sai observó desde una distancia cercana cómo ese misil atravesaba fácilmente un barco guardián ligero y desaparecía del mar dando una vuelta.
Sai recibió un nuevo informe de que todos sus barcos habían sido bloqueados.
Sai ya no podía soportar el horror de la desesperación. Sabía que si no se rendía, los misiles del enemigo los golpearían pronto. Su flota desaparecería bajo el poder de esa arma invisible.
Si decenas de miles de soldados morían por su culpa, sería un pecado grave.
Se rindió y levantó la bandera blanca.