Ye Mo llevó a Xu Wei a un hombre de mediana edad sentado en unas rocas. Mirando su apariencia de adicto al juego, Ye Mo estaba sin palabras. No importa cuán rico fueras, si no sabías cómo apostar en estas rocas, perderías todo. Apostar en rocas era muy emocionante pero también muy brutalmente realista. Cuando apuestas, todos vienen a verte, pero cuando pierdes, nadie te tiene lástima, y solo se van a ver a la siguiente persona. Sin embargo, cuando ganas, la gente te envidia. De hecho, quizás esas personas que apuestan disfruten más de esas miradas envidiosas y sorprendidas.
Ye Mo se acercó y le dio una palmada en el hombro al hombre, —Amigo, ¿estas piedras son tuyas? ¿Puedes venderme una?
El hombre miró a Ye Mo con confusión, —Estas son rocas de desecho que abrí, ¿por qué las quieres? Si quieres una, solo tómala.