Mientras Elena luchaba con sus pensamientos internos complicados, Rosa terminó de contarle al Maestro de la Secta todo sobre Damien.
—Qué hombre. No estarás pensando en fugarte sin presentármelo, ¿verdad?
—¿Ehh? ¿Por qué haría eso? Sé que no me creerás hasta que te lo muestre adecuadamente.
—Está bien, está bien. ¿Y tú entonces, pequeña Elena? ¿Cómo es tu hombre? —El Maestro de la Secta dirigió su atención.
—Él
—¿No acabo de describirlo? —Rosa interrumpió.
Ya conocía muy bien la personalidad de Elena. Hasta que Damien se lo dijera directamente, ella seguiría actuando como si no tuvieran ninguna relación en absoluto. Pero Rosa no permitiría eso. Le había gustado Elena desde que se conocieron por primera vez, y el año pasado que pasaron juntas solo las acercó más. No aceptaría un futuro donde Elena no fuera su hermanita.
Esta vez, fue el turno del Maestro de la Secta de sorprenderse.
—Estás diciendo…