—Lo que sea, terminemos aquí y finjamos que nunca sucedió. Levántate del suelo para que podamos empezar a hablar de asuntos importantes.
Damien extendió su mano hacia la Emperatriz Bestia, quien la miró con sospecha. Momentos después, ella sacudió la cabeza furiosamente.
—¿Crees que estoy en condiciones para caminar en este momento? Si no lo sabías, cortaste a esta Emperatriz en el borde de un clímax, y mis piernas ya no quieren obedecer mis órdenes.
Damien suspiró con exasperación. —Entonces, ¿qué quieres que haga?
—¡Llévame!
La respuesta de la Emperatriz Bestia fue instantánea. Sus ojos brillaban con un entusiasmo infantil. Damien se frotó la frente, sin saber qué hacer en esta situación.
«Si la complazco, las cosas seguramente se volverán más problemáticas en el futuro. Sin embargo, si no la llevo, nunca terminaré mi trabajo.»
Al darse cuenta de que no tenía otra opción, Damien se dio la vuelta y se agachó. —Súbete a mi espalda. Esto es lo máximo que haré por ti.