—¿Por qué me has llamado aquí? —preguntó Damien. Su voz era fría, cualquier tono de broma que había tenido desapareció por completo.
Pero, naturalmente, el Semidiós Nox no sintió ninguna presión por su cambio. Solo lo observó con una sonrisa curiosa y entretenida en su rostro.
—Vaya, ¿ya no me quieres? Y yo pensé que mi forma te resultaría increíblemente atractiva —respondió ella.
—¿Por qué me llamaste aquí? —repitió Damien. No le importaban todas sus tonterías.
La Semidiós Nox puso los ojos en blanco. —¿No puedes ser un poco más divertido? Eres la primera persona que me ha visto en mi verdadera forma en decenas de milenios.
—Dime por qué me llamaste aquí —se repitió Damien por tercera vez. No planeaba decirlo de nuevo.
—Tch. Niño, estás empezando a molestarme. Arregla tu actitud antes de que te mate en el acto.
—Entonces mátame —respondió Damien sin dudarlo.
—¿Qué? —cuestionó sorprendida la Semidiós Nox.