¡Vendido a un Señor!

Dentro de la red de prisiones subterráneas...

Una joven delgada en su adolescencia apoyaba cansadamente la cabeza en la fría y desolada pared de la prisión. Aunque este juego había sido divertido hasta ahora, en este momento lo odiaba muchísimo.

—¿Qué juego mete a alguien en una prisión literal, haciéndoles incapaz de salir, o incluso de contactar a alguien?

—Si no podían contactar a nadie, ¿cómo iba uno a poder pedir ayuda? ¿Cómo se supone que salgan de este agujero infernal?

No se veía el final y eso la estaba poniendo muy nerviosa. Además, también estaba muy frío y siniestro por alguna razón.

Mei Mei se estremeció y sacudió su cuerpo, intentando librarse de la sensación espeluznante que se aferraba a ella.

Este lugar la estaba poniendo muy incómoda y ya habían pasado tantas horas aquí.

—Hermana Yue, ¿qué está pasando? Ha pasado tanto tiempo. No he recibido ningún mensaje de mi hermano. Tampoco puedo enviar ninguno. ¿Cuánto tiempo más tenemos que quedarnos aquí?