—Heh. —Liam se rió y continuó siguiendo al jefe de la aldea. Sabía que su plan estaba funcionando y aún no había terminado.
En poco tiempo, las festividades comenzaron y el gran banquete ya estaba en marcha, con todos celebrando a lo grande.
El fino aroma de la carne llenaba el aire, las risas bulliciosas de los aldeanos resonaban fuerte y un grupo de hermosas mujeres se reunía para bailar y montar un espectáculo.
Liam masticaba silenciosamente la comida en su boca observando todo con una ligera diversión en sus ojos.
Esperó un rato, dando al jefe de la aldea suficiente tiempo para acomodarse y justo cuando estaba a punto de dar el primer bocado, Liam dio en el clavo.
—¿Está luchando la aldea por mantenerse? —sonrió.
El jefe de la aldea se mostró sorprendido al principio, pero luego su expresión se volvió solemne. —Sí, mi Señor. Estamos luchando en realidad desde hace unos años.