Mientras todos estaban distraídos, Leonel ya había avanzado, llegando hasta Conrad y James en unos pocos pasos y agarrando un lado del cuello de la camisa de este último. Otra persona podría haber elegido enfrentarse a Conrad primero, pero Leonel era plenamente consciente de lo tonto que sería hacer tal elección.
No importaba lo que acabara de suceder, garantizar la seguridad de James era lo primero. No importaba lo que sucediera entre ellos, James seguía siendo su mejor amigo. Y, afortunadamente, tenía de su lado las ahora apagadas luces.
Como era de esperarse, Conrad no pudo reaccionar. Al ver que Leonel ahora tenía un firme agarre sobre James, no tuvo más remedio que soltarlo, permitiendo a Leonel levantar a James.
—¿Leo…? —las palabras de James se arrastraban.
Sólo ahora Leonel se daba cuenta de que James en realidad había estado inconsciente. Era probable que su cabeza hubiera roto la ventana, no sería sorprendente que fuera diagnosticado con una conmoción cerebral. Sumado al hecho de que estaba borracho, era una receta para el desastre.
—Heeeey, hombre. Llegaste tarde, mi cuñada te estaba esperandooo…
Leonel inhaló un profundo aliento frío entre los dientes cuando James se inclinó pesadamente sobre él. Realmente no estaba en condiciones de cargar un peso así, pero de todas formas lo sacó, dejándolo sentado en el sofá.
—Chef, ¿tienes quemadores de gas allá atrás? Necesitamos algo de luz —llamó Leonel.
El Chef Cuatro Estrellas, que no había dicho una palabra incluso cuando la vida de James estaba en peligro, finalmente parecía un poco alterado. No parecía saber lo que estaba sucediendo.
—… Sí… Usamos un soplete para los toques finales de ciertos platillos…
Torpemente palpó en la oscuridad, sacando el cajón de un compartimento oculto para tomar el soplete del que hablaba. Pero, antes de que pudiera pensar en dárselo a Leonel, ocurrió.
En esos pocos minutos, parecía que el planeta colapsaría. Sonaron una cacofonía de explosiones tan fuertes que Leonel no tuvo más opción que cubrirse los oídos. La tierra bajo sus pies temblaba ferozmente, el edificio se balanceaba violentamente de un lado a otro.
Fue entonces cuando Leonel se congeló. No necesitaba pensar para saber qué estaba causando esto…
¡Las Islas Paraíso!
«Papá…»
Una oleada de preocupación tomó el pecho de Leonel. No se permitía que las Islas Paraíso tuvieran rutas que cruzaran sobre puntos importantes. Las diez principales Academias, edificios gubernamentales y sitios históricos encajaban en esta descripción. Así que estaban seguros, para bien o para mal.
Sin embargo, a Leonel no le importaba su propia seguridad. Estaba preocupado por su padre.
Islas Paraíso de clase superior como en las que vivían él y su padre tenían varios sistemas de seguridad en caso de que ocurriera un evento justo como este, pero no eran perfectos en absoluto. Esto era especialmente cierto considerando el alcance de este apagón.
La única leve esperanza era que él y su padre vivieran en una Isla Paraíso muy cerca de la superficie—lo más cerca que podían estar, de hecho. Si su isla chocaba primero contra algunos de los rascacielos altos, podría ralentizar su descenso lo suficiente como para salvar la vida de su padre. Estos rascacielos eran exactamente la última línea de defensa ante estos desastres. Fueron construidos teniendo en cuenta este potencial cataclismo.
Al final, Leonel sólo pudo reprimir su preocupación.
Si fuera un apagón común causado por algún tipo de fallo en el sistema, él saldría corriendo de aquí de inmediato, incluso dejando atrás a Aina. Sin embargo, antes de que todo sucediera, sus relojes de muñeca advirtieron sobre un Código Rojo Clase 9. Era muy obvio que nada sobre este evento era normal.
Apretando la mandíbula, Leonel soportó la tierra temblorosa con sus manos firmemente colocadas sobre sus oídos. Afortunadamente, los edificios eran construidos con la tecnología más avanzada para terremotos, o no habrían durado tanto.
La atmósfera se volvió sombría. Los estudiantes que podían asistir ahí no pensaban a menudo en las Islas Paraíso por encima de sus cabezas. A veces oscurecían el sol, pero no más invasivamente que las nubes.
Sin embargo, esta vez, con cada explosión estrepitosa, eran cada vez más conscientes de que cada una representaba la muerte de incontables personas inocentes.
Completamente sin provocación, varios empezaron a jadear y a vomitar. Un olor nauseabundo llenó el vestíbulo del cuarto piso junto con sollozos apagados casi completamente ocultos por el torrente violento de sonidos.
Cualquiera que fuera la catástrofe de la que el Imperio de la Ascensión había advertido aún no había comenzado, pero ya habían muerto miles de millones. ¿Qué clase de broma enferma era esta?
Algunos que lograron mantener la compostura miraron hacia Leonel con lástima evidente. Aunque había cerrado los ojos y había apretado la mandíbula, manteniendo su rostro inexpresivo mientras se cubría los oídos, sabían bien lo que debía estar sintiendo.
Algunos de ellos estaban en el mismo barco. Incluso si sus familias eran lo suficientemente acaudaladas como para tener un hogar en la superficie, no todos podían tener un hogar en esas zonas protegidas. Sus familias muy bien podrían morir aplastadas por esas Islas Paraíso que caían.
Más de diez minutos después, las explosiones finalmente cesaron, con la tierra aún balanceándose bajo sus pies. Tal vez sólo ahora se habían dado cuenta de cuántas de esas islas flotaban sobre sus cabezas… de cuántas vidas no habían siquiera valorado hasta ahora.
Cuando lo hicieron, Leonel comenzó a trabajar como si nada hubiera pasado. Cuidadosamente quitó la camisa de James, cuidando de sostenerle la cabeza.
Como era de esperarse, James no sólo tenía una conmoción cerebral, sino que los fragmentos restantes de vidrio en el borde inferior del marco de la ventana habían dejado profundas heridas en su zona lumbar.
Aceptando el soplete del Chef Cuatro Estrellas, Leonel tomó prestadas unas velas aromáticas de una residente del dormitorio y las encendió, finalmente dándoles algo de luz.
Leonel no era médico, pero había tomado algunas clases de primeros auxilios. No estaba seguro de si los médicos que tenían de reserva para el juego seguían ahí o si se habían ido a sus casas. Después de todo, ya había pasado más de una hora, acercándose a dos, desde que terminó el juego. No tenía el lujo de buscarlos.
Limpiando las heridas en la parte baja de la espalda de James lo mejor que pudo, retiró lentamente los fragmentos de vidrio incrustados en su carne. Finalmente, los vendó después de desinfectarlos con un poco de vino de cocina que tomó del chef.
—Te quiero, hermano…
La voz borracha de James se desvaneció, sólo para ser reemplazada poco después por su ligero ronquido. Los presentes no pudieron evitar pensar que él era el más afortunado de todos. Incluso si intentaran dormir ahora, no tenían duda de que fracasarían.
Leonel sonrió y sacudió la cabeza, su mirada quedó vacía por un momento. ¿Qué debería hacer ahora?
En verdad, sabía que la mejor respuesta era quedarse. Todos los demás también lo sabían. Como una de las zonas protegidas, obviamente podrían estar entre los primeros en recibir asistencia gubernamental.
Pero, ¿qué era este Código Rojo? ¿Era simplemente un apagón mundial? Leonel sentía que era algo más, pero tenía que admitir que no tenía pruebas reales de que fuera así. Sólo que… ¿cómo podría el poderoso Imperio de la Ascensión, que había unificado la Tierra, no estar preparado para algo así?
Hizo que Leonel pensara que había algo que provocaba activamente este apagón. No era un error, sino más bien un evento contra el cual incluso su Imperio no tenía medios para detener.
«La buena noticia es que tenemos albergue y comida. La academia también almacena varios años de abastecimientos por precaución debido a rebeliones anteriores y situaciones de rehenes.
«Lo malo es que el campus actualmente está por encima de su capacidad habitual debido al juego y la fiesta posterior. Además, sin energía, los grandes congeladores lentamente perderán su frío. Sería aún más rápido si las personas están abriendo y cerrando constantemente sus puertas.
«Sería posible tomar medidas preventivas y curar lo que podamos. Pero, no muchos escucharán mis palabras, pensarán que estoy siendo excesivamente paranoico. La comida aquí es suficiente para durar fácilmente un mes antes de que empiecen a echarse a perder; nadie pensaría que el Imperio no se podría recuperar en ese tiempo, así que no estarían dispuestos a hacer sacrificios».
Los pensamientos de Leonel giraban rápidamente. Una parte de él quería actuar con cautela por precaución, pero otra parte entendía que, a menos que las personas tuvieran pruebas de lo peligroso que era esta situación, no escucharían. Así era simplemente la naturaleza humana.
En verdad, Leonel no quería ocuparse de nada de esto. Sólo quería ir y ver si su padre estaba bien, no le importaba nada más.
—Maldita sea, no soporto este olor.
La nariz de puente alto de Conrad se arrugó. Tan pronto como el balanceo del edificio se estabilizó, no quería quedarse allí ni un segundo más. Usualmente, una pila de vómito así podría limpiarse fácilmente con su alta tecnología. Pero, obviamente esto era imposible ahora. Ni siquiera era seguro que aún tuvieran agua corriendo.
Leonel no detuvo a Conrad mientras se alejaba, ¿y por qué lo haría?
Desafortunadamente, parecía que a Conrad no estaba destinado llegar muy lejos.
El edificio tembló una vez más. Por un momento, Leonel pensó que el cimiento estaba demasiado afectado por los terremotos anteriores y que el dormitorio estaba colapsando. Pero, en el siguiente instante, vio algo que nunca olvidaría en su vida.
Era una fractura espacial. Leonel estaba absolutamente seguro. Nunca había visto una, ni había leído la descripción de una, pero tenía suficiente imaginación vívida para saber que, si alguna vez existiera una fractura espacial, se vería exactamente así. Tal vez lo único que se desviaba de su imagen fantasiosa era el hecho de que iluminaba el cielo nocturno como si fuera de día.
Fuera de eso, todo lo demás era igual. La disonancia cognitiva abrupta, sus entrañas negras y estrelladas, la forma en que parecía no tener, y simultáneamente tener, una profundidad interminable...
La expresión de Leonel cambió mientras la observaba a través de la ventana rota.
«¡Está expandiéndose! ¡No podemos quedarnos aquí!».
—¡Milan! —exclamó Leonel rápidamente.
Entendiendo lo que quería decir, el gran hombre de línea ofensiva de Leonel colgó a James sobre su hombro. Leonel lo habría hecho él mismo, pero sus costillas no estaban en condiciones de cargar con tal peso. Sin embargo, justo cuando estaban por salir del edificio, la voz de Conrad hizo que Leonel detuviera sus pasos.
—¿Qué demonios estás haciendo? ¿Sabes quién soy yo? ¡Suéltame ahora mismo! —gritó Conrad.
Leonel se quedó atónito. La misma joven que había vomitado durante la caída de las Islas Paraíso bloqueaba la salida más cercana, su mirada vacía. No, eso no era del todo preciso. Sus iris se habían tornado completamente blancos, incluso sus pupilas lo habían hecho.
Su expresión era fría. Instintivamente, Leonel sintió que era imposible que la misma chica que vomitó ante la mera idea de cuerpos muertos exhibiera tal rostro. ¿Qué estaba sucediendo?
Su pequeño marco dio un paso hacia adelante, su palma golpeando el pecho de Conrad.
Por todo derecho, nada debería haber ocurrido. Conrad era un poco más alto que el propio Leonel y pasaba todos los días entrenando, como todos sus atletas. Además, no estaba herido en el juego como lo estaba Leonel. Al mismo tiempo, la pequeña chica era solo una junior arrastrada a esta fiesta por uno de sus mayores y apenas medía 5'4".
Sin embargo, parecía que lo ilógico era el tema de este día.
Con un gruñido apagado, Conrad fue empujado hacia atrás lo suficientemente fuerte como para caer de espaldas, con una expresión atónita en el rostro.
—Tú… —balbuceó Conrad.
Una mezcla de vergüenza y enojo enrojeció el rostro de Conrad. Para empeorar las cosas, había resbalado y caído junto a la pileta de vómito, causando que se sintiera asqueado internamente.
—¡Oye…! —exclamó otro estudiante.
La cabeza de Leonel giró en otra dirección, sólo para ver a otro estudiante con una mirada tan vacía como la de la pequeña chica.
En un momento, uno se convirtió en dos. Luego dos se convirtieron en tres. En un abrir y cerrar de ojos, diez pares de iris blancos brillaban bajo la luz azul del desgarro espacial, mirando fijamente hacia ellos. Entre ellos, incluso había uno de sus propios compañeros de equipo.
La expresión de Leonel se tornó seria.
—Aina, Yuri, Savahn. Vengan aquí —ordenó Leonel.
Esta vez, la abrasiva Savahn no tuvo ni una sola palabra para decir. La nerviosidad en su expresión era clara mientras lentamente entraba en el círculo de protección de Leonel junto con Aina y Yuri.
Un desgarro espacial crecía detrás de ellos, sus compañeros de ojos blancos bloqueaban sus frentes, y una sensación inexplicable de incertidumbre y miedo invadía sus corazones.