Desde el punto de vista del pequeño grupo, era difícil ver a Leonel detrás de la fuente de agua. Pero, sus balas parecían tener ojos propios.
Volando entre los brazos de la sirena, bajo las aletas de la ballena, a través de los chorros de agua, llovía ráfagas de disparos letales hacia ellos como si pudiera ver a través de todo.
A veces, sus balas incluso golpeaban la estatua. Pero, a pesar del material resistente con el que estaba hecha, atravesaban como si nada. Leonel parecía siempre apuntar perfectamente hacia las partes más débiles y delgadas de la estatua, desgarrándola como si fuera tofu.
«¡Fuego!», rugió un comandante, viendo de repente cómo su grupo caía en el caos. Solo habían pasado unos pocos segundos, pero más de una docena de sus hombres habían caído, incapaces de levantarse de nuevo.
¡BANG!