Leonel no reaccionó mucho ante todas las miradas puestas en él. Estaba mucho más interesado en descubrir qué estaba sucediendo aquí. Este lugar parecía tan hermoso, pero, a juzgar por el hecho de que todos estaban al menos a cien metros de distancia del río más cercano, nada era tan simple como parecía.
—Hola —dijo Leonel primero. Aunque no creía que la sonrisa amigable que tenía en ese momento ayudara mucho considerando el hecho de que llevaba una máscara, la usó por hábito.
Los del Atalaya del Sur respondieron al saludo de Leonel con inclinaciones de cabeza incómodas, mientras que los del Mirador del Este no dijeron mucho. La mayoría solo lo observaba con curiosidad, sin embargo, el joven en cuestión pasó junto a todos ellos y se acercó a la orilla más cercana del río.
—¡Indomable, espera!
Sorprendentemente, fue el León Negro Rugiente quien lo llamó. Al escuchar la voz, Leonel no pudo evitar detenerse y mirar atrás.