Espía

Leonel sintió un peso en su pecho. De repente descubrió que respirar era varias veces más difícil, como si todo el oxígeno del aire hubiera sido absorbido por alguna fuerza desconocida.

—Habla, chico —rasparon las palabras de Lamorak contra los oídos de Leonel, golpeándolos como un tambor. Sentía que su cabeza podría explotar si escuchaba demasiado atentamente—. O si no, te masacraré donde estás.

Lamorak y Aliard se pusieron inmediatamente en guardia. Un talento normal siempre era algo para celebrar. Pero si un talento era demasiado monstruoso, en lugar de ser una ocasión alegre, cruzaba el límite y se convertía en algo completamente diferente.

—¿Un cuerpo que rivaliza con el de un caballero de la Mesa Redonda? ¿Una presión espiritual que rivaliza con la de un mago de tres estrellas?