Tierra de nadie

Leonel volvió a tocar su dolorido trasero. Ya había perdido la cuenta de las veces que lo había hecho, pero la incomodidad no desaparecía.

Al ver a Leonel hacer esto de nuevo, Lionus no pudo evitar soltar una risita. Aunque rápidamente intentó disimular, Leonel no dejaría pasar una cosa así con lo agudos que eran sus sentidos. Solo podía lanzar una mirada fulminante hacia el Príncipe Heredero.

Desafortunadamente, esta mirada solo hizo que las risas contenidas de Lionus estallaran como una marea torrencial.

—Si otros supieran que el gran Niño Terrenal Leonel no puede soportar montar un caballo durante unas pocas horas, ¿cómo reaccionarían? —preguntó Lionus entre risas.

Las risas de Lionus continuaron como si no pudiera sentir la mirada penetrante de Leonel.

Ya habían pasado unos días desde que Leonel, Lionus y el resto del equipo de expedición habían partido hacia la Región Fronteriza.