Un pesado suspiro salió de los labios de Aina.
La brisa fría de los túneles húmedos mordía su cuerpo, haciendo que las porciones de su piel expuestas a los elementos se erizaran con escalofríos.
Aunque llevaba el mismo uniforme militar negro cubierto con muchos bolsillos, estaba rasgado en varios lugares debido a su batalla. Si no fuera por su capacidad, probablemente ya estaría incapacitada para moverse.
«Tan frío…»
El cuerpo diminuto de Aina tembló ligeramente, pero apretó los dientes y siguió adelante.
Sin otra opción, se vio obligada a guardar su hacha. Usar un arma tan grande en un espacio cerrado podría costarle la vida. Así que, en su lugar, sacó una espada.
El filo de la hoja brilló en la oscuridad. En su mano izquierda sostenía el frasco rojo y en la otra, el mango de su espada.