—¡El escolta de la Ciudad Negra!
Esta Ciudad parecía tomarse su nombre muy en serio. Sus corceles de guerra eran de un profundo tono nocturno con un único cuerno dentado adornando sus frentes. Su carruaje parecía tallado en carbón y un aura opresiva los rodeaba a todos.
¡BANG!
Las puertas del carruaje se abrieron.
Lo primero que cualquiera vio fue una pierna fuertemente blindada golpeando el suelo con fuerza. Leonel pudo darse cuenta de que si no fuera porque este era un mundo de la Cuarta Dimensión, el suelo habría quedado destrozado y más allá de toda reparación.
Pero, incluso entonces, el peso de este hombre era innegable. Y cuando apareció a la vista, su presencia opresiva parecía eclipsar todas las cosas.
La barba del hombre solo podía describirse como… furiosa. Corría por su rostro y mandíbula como las hojas de un cuchillo. Era objetivamente desaliñada. Pero, si el hombre la arreglase, algo se sentiría fuera de lugar, como si ese fuera su estado natural.