Leonel nunca había sentido tanta ira antes. Ni siquiera pensó en cómo era que reconoció a Aina.
Leonel había sabido durante mucho tiempo que el rostro que había llegado a conocer no era el de Aina. Nunca una vez pensó en preguntarle por qué era así. Para él, simplemente no importaba. Pero, después de descubrir la verdad, su sangre hervía y se agitaba.
No le importaba cómo se veía Aina. Incluso cuando la eligió entre tantas otras y no sabía de los cobertores de su rostro, ella nunca había sido la más hermosa. Simplemente siguió su instinto y lo aceptó.
Pero ahora, sabiendo que alguien había hecho algo así con ella, la reacción visceral de Leonel fue incluso más violenta que cuando descubrió que alguien le había arrancado algo siendo apenas un niño.