El monarca carmesí se volvió hacia Aarón, quien enderezó la espalda y lo miró con expectativas en sus ojos.
El monarca carmesí notó esto y se rió:
—No estás mal, chiquillo, y parece que descubriste que la arrogancia no vale nada. Enorgullécete de quién eres, pero no seas arrogante.
Aarón asintió mientras mantenía su cabeza baja. Estaba avergonzado. Ahora que lo piensa, su arrogancia era inútil y solo lo hacía parecer tonto.
—Bien. Uno debe conocer sus deficiencias y trabajar para eliminarlas. Aquí, este es tu premio —dijo el monarca carmesí chasqueó su dedo, y una cuenta de cristal verde del tamaño de un pulgar voló hacia él.
—Al igual que mi exterminador carmesí, este también es un poderoso artefacto del Emperador que adquirí tras matar a uno de mis enemigos. Úsalo bien —comentó el monarca carmesí.