Encontrando la explicación factible, Salazar aceptó y decidió entrar.
La criada observó a Salazar expectante, colocando su mano sobre su pecho. Estaba lista para correr tan pronto como él entrara, pero sucedió algo diferente.
Su rostro se puso pálido al ver a una persona salir de la habitación oscura que no era otro que Lucifer.
«¿C-cómo ha salido? ¿No funcionó esa trampa? Ese debe ser el caso. Si hubiera funcionado, no podría haber salido. ¿Qué debo hacer ahora?», pensó la Criada, preocupada.
—Por eso no confío en la gente —soltó Lucifer, mirando a Milena.
—¿No encontraste a Milena dentro? —preguntó Salazar, tratando de asomarse a través de la oscuridad de la habitación.
Lucifer negó con la cabeza.
—¿Entonces qué te llevó tanto tiempo? —inquirió Salazar—. Estaba a punto de entrar para ver qué había pasado.
—Estoy seguro de que lo habrías hecho. Porque eso es lo que ella quería —respondió Lucifer, acercándose a la criada—. ¿No tengo razón?