—Tal vez sí, tal vez no —murmuró Lucifer, sin reaccionar mucho.
—Por cierto, ¿escuché que te vas a casar? —preguntó casualmente.
Esta vez fue el turno de Amelia de quedarse en silencio.
—¿Quién te lo dijo? —preguntó después de bastante tiempo.
—Es el tema de la ciudad. Ese heredero del Cuervo Dorado también llegó a la ciudad, avivando el rumor —respondió Lucifer—. Bueno, te habría felicitado, pero no parece que quieras pasar por la boda.
—¿Eso está escrito en mi cara? —preguntó Amelia, sonriendo, ocultando su tristeza.
—Se puede decir que sí. La última vez que te vi, estabas bastante molesta. Y fue también cuando escuché la noticia de tu matrimonio. Solo intenté juntar los dos. Parece que no estaba equivocado. De nuevo, no puedo culparte. Ese tipo era ciertamente un poco presumido.
—¿Lo conociste? —preguntó Amelia.
—Sí. Cuando estaba en las calles. Un tipo bastante arrogante, incluso más que yo —respondió Lucifer—. Con ese nivel de arrogancia, algún día terminará muerto.