La verdadera fuerza de un mago no residía en sus habilidades o en la potencia de sus hechizos. La verdadera medida de la fuerza de un mago era su torre de mago.
Cada archimago debía tener una torre de mago, bajo cuyo dominio serían el gobernante supremo.
Por lo general, estas torres de magos eran estructuras altas que contenían habitaciones para experimentos del mago en su interior, así como algunas capacidades ofensivas especiales como estructura. Estas habilidades de combate especiales eran del tipo de un gran lanzallamas que podía hacer pasar vergüenza a un aliento de dragón, o cosas como sonidos sónicos constantes y similares.
Sin embargo, estas torres de magia seguían siendo nada comparadas con los tiempos antiguos donde el omnimago Zeus gobernaba el continente.