El poder de una pieza olvidada

Cuando Lucifer llegó, Rudra sintió como si estuviera reviviendo su peor pesadilla, mientras su mente gritaba «NO, NO, NO, NO, NO, DE NINGUNA FUC**** MANERA. ¡NO DÉJAME IR!».

Lucifer se veía exactamente como Rudra imaginaba al diablo desde sus recuerdos de infancia. Unas alas negras muy distintivas que se extendían más de dos metros de extremo a extremo.

Un rostro extremadamente apuesto que tenía «Chico malo» escrito por todas partes y con el que las chicas seguro que babeaban. Una mandíbula tan afilada como la espada élfica y unos ojos tan negros como el espacio profundo.

Cada movimiento suyo gritaba elegancia. Sin embargo, había algo repulsivo en él como un paquete.

Rudra solo quería salir jodidamente de allí, pero con Lucifer mirándolo con ojos de halcón, no había manera de que Rudra pudiera moverse ni un solo centímetro sin alertar al diablo.

Para ser honesto, se quedó sin opciones y completamente a merced del diablo.