Eduardo evaluó a la hermosa chica frente a él de pies a cabeza. Realmente le gustaba la belleza de Priscila y la gélida e intrépida mirada que ella le dirigía.
Eso le hacía querer derrotarla, para poder hacerla su subordinada. Por alguna razón, había algo en sus ojos que le hacía querer romperla hasta que ella, de buena gana, se arrodillara frente a él y declarara su lealtad eterna a su causa.
Luego agarró su bastón y comenzó a canalizar su poder mágico en preparación para su batalla.
—¿Están ambos listos? —preguntó Layla.
Priscila y Eduardo asintieron con la cabeza al unísono.
—Muy bien —asintió Layla—. ¡Inicio de la batalla!
Inmediatamente, Eduardo desató una tormenta de hojas de viento que se dirigieron hacia Priscila sin piedad.
La arquera simplemente bajó su cuerpo y se lanzó a su izquierda para evadir el abrumador ataque. Eduardo se burló, porque ya había anticipado este movimiento de ella. Luego activó el hechizo que había preparado de antemano.