Una lanza dorada apareció en la mano de Guillermo que brillaba intensamente en la noche. Desde el mango, hasta la punta de su hoja, todo era dorado. Si Guillermo no supiera mejor, pensaría que Soleil era simplemente un arma mítica diseñada para alardear. Pero él sabía, con la máxima certeza, que la lanza, que se estaba calentando lentamente en sus manos, era un arma de destrucción masiva.
—Vamos, Mamá.
—Meeeeh!
Ella saltó de la muralla del pueblo y un portal de luz se abrió detrás de la espalda de Guillermo.
Trece Íbices de Guerra Angorianos emergieron de él y formaron un círculo protector alrededor de Ella y Guillermo.
—Blergh! Perros Trolls —escupió con desdén Psoglav, quien acababa de emerger del portal—. ¡Asquerosos!
—No te quejes, aún me debes los núcleos de las Hienas Hombre —Guillermo sopló a su "socio" demoníaco con desdén.
—Bien —Psoglav miró en dirección al Trollhound Titánico de Escamas Verdes que peleaba en la distancia—. Pero, no voy a tocar esa cosa.