—¡Hermano Mayor! —la Princesa Aila gritó mientras corría hacia el Príncipe Alaric que había sido lanzado por un hechizo que había invocado un Prodigio Élfico.
—¿Eres el Príncipe Heredero de la Dinastía Zelan? —el Prodigio Élfico se burló—. Patético.
—No seas así —comentó otro Prodigio Élfico desde el costado—. Todavía es el Príncipe Heredero. Si lo capturamos, obtendremos méritos del Comandante. Además, esa chica a su lado no está nada mal. Yo me quedo con ella, tú quédate con el Príncipe Heredero.
—¿No tienes suficiente con chicas humanas todavía? Ya casi has pasado la noche con más de un centenar de ellas.
—¿Cómo pueden esas mujeres compararse con una Princesa? No te preocupes, después de que termine con ella, puedes jugar con ella luego.
—Suena bien. Acepto tu oferta.
La Princesa Aila ignoró a los dos Elfos y centró su atención en su Hermano Mayor. Usó su Magia de Vida para curar sus heridas y se aseguró de que su vida ya no estuviera en peligro.