—¿Creíste que me quedaría indefenso solo porque no puedo acceder a mis marionetas? —la roca habló mientras de repente dejaba de girar y miraba a Gustav que se acercaba.
La pierna extendida de Gustav estaba a solo unos pies de hacer contacto con la roca cuando sus ojos resplandecientes de color púrpura dispararon una onda de oleadas de color lechoso.
—¡Puede que no pueda controlar tu mente, pero aún puedo hacer esto! —gritó la roca—. ¡Desgarramiento mental!
Las ondas se extendían desde su posición hacia los alrededores.
—¿Eh? —en el instante en que Gustav fue golpeado por estas ondas, un fuerte chillido reverberó dentro de su mente.
Ssskkkyyyrrhhhhhcchhh!
—¡Argh! —Gustav sostuvo su cabeza mientras su cerebro era golpeado por intensas ondas sonoras.
Se sentía tan doloroso que su cráneo parecía que estaba a punto de abrirse.
«Se supone que mi estado mental está protegido, ¿entonces por qué?», Gustav se preguntó mientras sostenía su cabeza por el dolor.