Más tarde ese día, una banda de caballos, con sus jinetes, se vio merodeando por la periferia de una de las fincas de Venta Ciudad. Los jinetes estaban completamente vestidos con armaduras de acero, con varios tipos de armas en sus manos.
Allí, se podía ver la figura de una joven con características hipnotizantes y deslumbrante cabello dorado. Parecía que iba a irse con este grupo de caballeros.
Entonces, antes de que el grupo partiera y se dirigiera en su camino, la joven de repente se dio la vuelta y se acercó a un joven cuya mirada no se había apartado de ella desde entonces.
—De repente no siento ganas de irme, Emery. Siento... que voy a arrepentirme de esto... ¿Puedes decirme que no me vaya? —la joven le preguntó al joven con clara sinceridad en sus ojos, parecía que realmente no quería irse.
Emery estaba a punto de responderle, cuando sus pensamientos de repente recordaron algo, una palabra.
«Haz lo que te haga feliz, Gwen.»