La Orilla

Emery se encontraba en la cima del magnífico buque de guerra. El olor de la brisa salada flotaba en el aire y el agua de mar salpicaba su rostro de vez en cuando. Allí arriba, solo estaba él y los cielos azules y claros sobre él.

Había navegado durante seis días y pasó la mayor parte de su tiempo cultivando en su cabina o en la cubierta mirando el océano como hacía ahora.

Las poderosas olas sacudían la nave en la que se encontraba, pero no parecía molesto. De hecho, ninguno de los Vikingos lo notaba siquiera.

A su alrededor, más de cien buques de guerra podían verse, consistentes en dos docenas de buques de guerra y embarcaciones más pequeñas para acompañarlos.

Había algo que decir sobre la valentía de estos Daneses.

En tan solo 6 días, el viaje ya se había cobrado una docena de barcos y casi un centenar de vidas, pero ninguno de ellos se vio afectado por ello.