Shun An, que acababa de despertar y vio a Shun Long sosteniéndola a ella y a Shun Fang, sintió que estaba soñando de nuevo. Al bajar la cabeza para mirarse, notó que la mayoría de las heridas y marcas de látigo parecían haber desaparecido de su cuerpo, pero su ropa seguía hecha trizas y la herida en su abdomen aún no se había cerrado. El dolor que sentía aún no había desaparecido, pero la expresión de Shun An se transformó instantáneamente en una de alegría, mientras miraba a Shun Long y decía con una voz llena de júbilo:
—¡Long'er!