—¡No te atrevas!
Al ver que estaban a punto de marcharse, Ye Dong se levantó de un salto y rugió furioso:
—¡General Yi, detén a esta gente!
Yi Bufan, que parecía no haber escuchado la orden, se mantenía erguido en el palacio, sus ojos llenos de decepción y burla. Simplemente observó cómo Yun Luofeng y sus camaradas pasaban a su lado sin levantar las manos para detenerlos.
—General Yi, ¿te atreves a desobedecer mi orden? —el rostro de Ye Dong cambió y gritó con ira.
Sin embargo, Yi Bufan aún no hacía ningún movimiento. Se mantuvo inmóvil, frío como una escultura.
¡BANG!
Viendo a la chica y sus compañeros alejándose de su vista, Ye Dong se dejó caer en su trono, como si toda su fuerza se hubiera esfumado. Estaba tan enojado que incluso sonrió:
—Bien, muy bien. Yi Bufan, realmente eres algo. Ni siquiera obedeces mis órdenes. ¿Para qué te necesito?
Yi Bufan avanzó dos pasos y realizó una profunda reverencia, hablando de manera que no era ni servil ni prepotente: