El Ataque

Los gruñidos se volvieron peligrosos mientras los lobos se acercaban más a la valla. Su pelaje gris se erizaba detrás de sus cuellos. Hacían movimientos lentos y deliberados como si el asesinato fuera premeditado, como si estuvieran allí para matar por el placer de hacerlo. No se apresuraron y se acercaron. El líder mostró sus caninos mirando a su víctima y su lengua le lamió las mandíbulas.

El cuerpo de Cole se congeló. Estaba arraigado en el lugar.

—¡Cole, corre adentro! —gritó Amanecer. Su cuerpo estaba a punto de explotar. Cada célula se rebelaba para transformarse.

Cole había agarrado su guitarra tan fuertemente que sus nudillos se habían puesto blancos. Se sentía mareado. La debilidad en sus rodillas solo lo hacía peor. Escuchó a su hermana pero no pudo mover un músculo.

El líder ahora estaba a diez pies de distancia de la valla y el resto de la manada estaba justo detrás de él, mientras arañaban agresivamente el suelo emitiendo gruñidos amenazantes.