—Amanecer despertó a la mañana siguiente con músculos entumecidos e incluso un cuello mucho más rígido. Él la había reclamado, marcado —pasó su dedo por encima y una sonrisa se dibujó en sus labios—. Se volteó y lo encontró durmiendo pacíficamente a su lado como un bebé —su cabello estaba todo alborotado y caía sobre su frente—. Un calor llenó su corazón y recorrió cada poro de su cuerpo al recordar cómo se encendía bajo su toque, cómo habían hecho el amor juntos. Tocó su corazón con la palma y sintió cómo el suyo latía al unísono con el de él. Era maravilloso.
—Su Alfa.
—Su esposo.