El Consejo Lunar (3)

Quetz se acercó y se sentó justo detrás de Amanecer en una silla no muy lejos de ella. Inclinó la cabeza mientras miraba al Chamán.

La ansiedad se apoderó de Amanecer. Sostuvo su vientre y las lágrimas le ahogaron la garganta. No sabía que ser una Luna de una tribu era mucho más que ser madre. Quería una vida sencilla y se preguntaba ¿qué camino había realmente esculpido Dios para ella? ¿Tantos espinos? ¿Tantas trampas? Se detuvo antes de derramar las lágrimas porque sabía que eso era lo que Pía quería: quebrarla mentalmente. Cerró los ojos y pensó que era digna de algo mejor. Este huracán de negatividad no era suyo para enfrentar. Era digna de amor y de una vida mucho mejor. Decidió volver a hablar por sí misma.