Cuando ella estaba a una distancia de un brazo de la pared, presionó su mano contra ella. Las anacondas que se deslizaban sobre su mano comenzaron a trepar hacia su cuello con las bocas abiertas y los colmillos al descubierto como si fueran a morderla. Empezó a cantar algún hechizo. —Apperire Viam…
Las anacondas siseaban y se agitaban. Emma siseó de nuevo, —Apperire Viam… Una de ellas atacó su cuello y clavó sus colmillos en él. Emma levantó la cabeza como si acabara de recibir una aguja. —¡Ahh!
Las anacondas comenzaron a trepar por su cabeza.
Amanecer gritó. Se tapó la boca con la mano para dejar de gritar cuando una piedra negra de forma triangular sobresalió de la pared hacia su izquierda. Emma agarró la piedra y la giró en sentido horario. Las paredes comenzaron a deslizarse. Al otro lado estaba la entrada a una ciudad altamente desarrollada. Era como si estuvieran viendo una ciudad de oro.