Amanecer giró la cabeza hacia atrás y encontró a Emma de pie allí. Sus ojos brillaban rojos y sus garras estaban listas para matar. —¿Hiciste—hiciste?
Con una voz fría que coincidía con su comportamiento, Emma dijo:
—Sí, lo traje aquí. Los dos dragones afuera estaban tratando de romper el portal para entrar.
Un guardia vino hacia ellos para apuñalarlos con su jabalina ardiente, pero Emma apartó el arma y lo levantó del cuello. Con la otra mano le desgarró la piel a través de la yugular. Ella lo lanzó hacia adelante y la cabeza del guardia se balanceó mientras se aferraba a su garganta para detener la sangre. De repente su mano empezó a arder.
Ella era un vampiro y el día la abrasaría. Amanecer giró la cabeza para ver dónde estaba Brantley, pero incluso antes de que pudiera escanear toda la arena, el clima se oscureció, imitando la noche. Amanecer miró a Emma de nuevo y para su sorpresa encontró un semblante de sonrisa en sus labios.