Caleb temblaba como una hoja seca. Se apoyó contra la pared y presionó su antebrazo contra su cabeza. ¿Cómo podía el destino ser tan cruel con él? ¿No había respiro para él?
«No, no es posible», ahogó y enterró su rostro en sus manos. Estaba desgarrado entre su dolor por su amor y por la loca atracción que sentía por la chica dentro. Miró su reflejo en la pared de vidrio del lado opuesto y se encontró sobresaltado por una emoción feroz. Su lobo quería desgarrarse de su cuerpo y correr en las selvas. Su tristeza lo consumía.
Las compañeras se marchitan y mueren... Una sigue a la otra...
No había siquiera hablado con ella, ni la había sentido, ni la había saboreado... Su vida era tan complicada.