Elize había odiado la idea de los vampiros. Sabía que no existía tal cosa en el mundo, pero incluso la mención de ello le daba escalofríos. Siempre pensó que si ellos existían, eran abominaciones y que no tenían derecho a vivir. De niña no había visto una película sobre vampiros y durante toda su adultez terminó viendo solo una, y eso por insistencia de sus amigos. Fueron sus padres quienes le inculcaron esos valores. Su odio hacia ellos fue avivado desde que era niña. Tenía que resistirse al cambio tanto como pudiera. ¿Cómo podría permitir que Caleb la transformara en algo que ella despreciaba?
—¡Hazlo! —dijo Caleb con determinación.
—Voy a… odiarte… por esto, Caleb… —le siseó.
Caleb soltó un suspiro como si alguien le hubiera dado una fuerte patada en el estómago. Sabía que el cambio sería insoportable para Elize. —No tienes otra opción, Elize. ¿No lo ves?